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Llega a casa la explotación reproductiva de hembras

Por Carol J. Adams.

Traducido por Nataša Pešić. Correcciones de Maria Bergua Piqué.

El texto original: 

http://www.truthdig.com/report/item/female_reproductive_exploitation_comes_home_20161209

Los cuerpos vulnerables también son víctimas de violación sexual y explotación reproductiva.

Después de estudiar los sistemas de servitud reproductiva de hembras y visitar “salones”, exposiciones y subastas donde se venden hembras en cautiverio, la Dra. Kathryn Gillespie de la Universidad de Washington descubrió una “incesante y violenta mercantilización sexual del cuerpo femenino”.

Os presento a Carly (no es su nombre real). Carly fue apartada de su madre poco después de nacer, y mientras su cordón umbilical todavía colgaba de ella, fue vendida al mejor postor. Vivía física y socialmente aislada hasta que sus captores consideraron que ya era sexualmente madura. La inmovilizaron con cadenas o usando un artefacto inmovilizador especialmente diseñado para tal fin, y la embarazaron con una pistola de inseminación que brutalmente insertaron en su útero.

A los nueve meses, Carly dio a luz y se agachó para acariciar a su bebé. Cuando su leche empezó a salir (en 24 horas), su bebé fue apartado de ella. A veces las crías se pueden llegar a excluir sólo 15 minutos después de haber nacido.

Si no hubieran sido separadas, Carly habría amamantado su cría, como mínimo, durante seis meses más. Después de su forzosa separación, Carly llamó a su bebé durante dos semanas, lo buscaba y lo lloraba.

Carly es una vaca de industria lechera.

Pattrice Jones, co-fundadora de VINE Sanctuary, explica lo que normalmente suele pasar despues: vacas como Carly se “conectan a máquinas que simulan succión, y lo hacen de una manera tan bruta que la mayoría sufren de abrasiones y mastitis”. Mastitis es la inflamación de tejidos de mama, que forma dolorosas bolsas de pus alrededor de los pezones.

Varias veces al día, se llevan las vacas a la sala de ordeño. Las vacas que hoy se utilizan en la industria láctea producen un 61 por ciento más de leche que las vacas de hace tan sólo 25 años; gracias a la ingeniería genética, las raciones de alimento y las hormonas de crecimiento. Sus ubres tienen que cargar con 58 libras (26,7 kg) adicionales de leche. Pero es un peso que da beneficios al granjero al cual pertenecen y que es el responsable de vender los producto de sus cuerpos.

Después de ser sometidas a este proceso, las ubres hinchadas de Carly le provocan cojera separando así sus patas traseras. En unos cuantos meses, será de nuevo atada y forzosamente embarazada. Durante los primeros siete meses de embarazo, las máquinas seguirán sacando leche de ella. El esfuerzo físico que supone lactancia y embarazo al mismo tiempo bajo estas condiciones se han comparado con correr durante seis horas al día.

De nuevo Carly da a luz, separándose así de su criatura y, de nuevo, la enchufan a la ordeñadora. Al cabo de tres o cuatro ciclos de embarazos forzosos y contínua lactancia, su cuerpo, despojado de minerales, es vendido; aunque ella apenas es capaz de caminar hasta el ruedo de la subasta. Sus ubres están tan dilatadas por culpa de la sobreexplotación que se arrastran por el suelo. Mientras camina, suavemente las golpea con sus patas traseras. Entonces alguien compra el cuerpo de Carly, para así poder hacer carne de vacuno picada.

Ahora os presento a Henny Penny . A su familia le encanta estar sentada en los árboles, relacionarse entre sí, darse baños en la tierra y pasar el rato buscando comida. Henny empezó a llamar a su madre mientras todavía era un embrión en el huevo, pero su madre no podía ni contestar cloqueando, o moviendo el huevo suavemente. Después de nacer, el pico de Henny, lleno de terminaciones nerviosas, fue cortado con una cuchilla abrasadora. Al cabo de cuatro o cinco meses la llevaron a la granja de producción de huevos, y la metieron con otras cuatro a nueve gallinas en una jaula de apenas 18 x 20 pulgadas (45,5 x 51 cm).

Una vez allí, siente la frustración psicológica porque no puede hacer un nido ni sentarse en uno. Tampoco puede cloquear a sus embriones, subirse a la percha, buscar comida, arreglarse las plumas con el pico, rascarse, dar vueltas, estirar sus alas, darse un baño en la tierra o, ni siquiera, poder comer o beber bien por su pico deformado.

Las gallinas usadas en la industria del huevo llevan una vida de miseria inimaginable”, dice el periodista Mark Hawthorne. “No hay absolutamente ninguna manera de aliviar el estrés de estar apiñado en la jaula junto con otras gallinas, porque ninguna de ellas ni siquiera puede estirar las alas; tampoco existe manera de aliviarlas de estar de pie en alambre día y noche. Sus músculos se atrofian, su piel está en carne viva, y nunca reciben atenciones médicas – la industria considera que eso es una pérdida de dinero”. Hawthorne escribió sobre los rescates de gallinas de jaulas en batería para gallinas ponedoras en su libro “ Corazones Sangrantes ”: “Abrí estas prisiones de alambre minúsculas para sacar las gallinas que tenían cuerpos completamente desplumados. Parecían tan frágiles: de sus alas solo quedaban alguna que otra pluma que salía de sus huesos. En vez de plumas, los cuerpos de esas gallinas Leghorn estaban cubiertos de piel roja en carne viva. Las crestas en sus cabezas eran flácidas y de color rosa pálido en vez de ese rojo brillante que iban a recuperar, junto con sus plumas, después de pasar un tiempo en un hogar donde les darían un poco de amor”. Aunque las aves pueden entender conceptos abstractos y ahora se consideran “simios con plumas” en cuanto a procesamiento cognitivo, a Henny se la trata de estúpida. A lo largo de todo un año o más, y durante las 17 horas diarias que tiene que sobrevivir bajo la luz artificial, también tiene que soportar los intensos vapores amoniacales que emanan enormes charcos de orina y heces dentro de la caseta de batería, y que acabarán pinchando sus ojos y quemando sus pulmones. La orina y las heces de las gallinas de las jaulas encima de ella caerán continuamente sobre Henny. Sus compañeras de jaula morirán y sus cuerpos permanecerán allí, momificados y pisados. Según la Dra. Karen Davis, autora y fundadora de un santuario de aves de corral, la luz imita “los días más largos de verano dado que es la longitud de luz de día la que estimula el sistema reproductivo de una gallina para producir y poner huevos.”

Los huevos de Henny rodarán por el suelo inclinado de la jaula para que el granjero pueda recogerlos fácilmente. Las gallinas ponedoras en operaciones comerciales llegan a poner unos 276 huevos al año .

Al cabo de 75 semanas, el sistema reproductivo de Henny empieza a flaquear. Probablemente la dejan hasta dos semanas sin comer – un truco muy usado para provocar el estrés en los cuerpos de gallinas para inducirlas y así seguir proporcionando huevos durante un par de semanas más. Cuando vuelve a poner huevos, producirá los “jumbo” huevos que le provocará el prolapso del útero. Las deficiencias de calcio provocan deformidades en sus patas, igual que el estar de pie en alambre durante 24 horas. El cuerpo acaba rechazando el útero debido al mal uso de este. Cuando llegan a las 75 o 110 semanas de vida, una mano les agarra y les saca de la jaula. Lo mismo pasa con sus compañeras de jaula. Como sus cuerpos están tan desgastados, las gallinas pierden todo el valor para la industria de la carne. La mayoría son asfixiadas, gaseadas o enterradas vivas en vertederos. Algunas serán transportadas a mataderos y usadas en la elaboración de productos cárnicos de baja calidad, como por ejemplo los piensos para mascotas.

Esto es tortura, violencia y explotación de hembras que se ve apoyada y normalizada en la mayoría de nuestros hogares.

Los mismos mitos que durante años se utilizaron para defender la violencia sexual contra las hembras humanas, siguen usándose para defender esta violación sexual y coacción productiva (así como el consumo) tanto de leche de vacas como de huevos de gallinas.

Mito #1, usado cuando se habla sobre las víctimas de violencia sexual: le ha gustado; y aplicado a las víctimas no humanas: “Ella necesita que le saquemos la leche” o “Solo gallinas felices ponen huevos”. Pattrice Jones explica: “Las vacas son mamíferos igual que nosotras, e igual que nosotras, no producirán leche si no han dado a luz recientemente y están amamantando”.

En el libro “Chicken” (Pollo), publicado en 2012, la erudita Annie Potts enfatiza que “las gallinas pueden poner huevos independientemente de si son felices o no”.

Mito #2: Ella nos necesita para protegerla de la violencia de los demás. Éste es un enfoque patriarcal en el que las mujeres, a diferencia de los hombres, necesitan toques de queda. En la granja, este mito se convierte en las vacas y las gallinas están más seguras si las controlamos en unas condiciones industriales, que en un establo, donde les puede atacar un toro o un gallo. En realidad, la hembra no humana normalmente es capaz de rechazar las insinuaciones sexuales. Jones explica: “Si un toro monta a una vaca pero ella no quiere ser montada, lo único que ella tiene que hacer es caminar adelante, y él simplemente cae. Sin embargo si quiere ser montada, ella misma se posiciona para facilitarlo”. Sin embargo, las vacas no pueden simplemente irse de sus cárceles en el mundo de la ganadería industrial.

Acerca de las gallinas, Karen Davis dice: “Ella no está a la merced del gallo de igual manera que lo está con los humanos. Con humanos, las gallinas intentarán luchar, o simplemente rendirse, sabiendo que están en las manos del poder al que no pueden resistir. Pero con los gallos es diferente. Ellos ya son conscientes de las señales del otro a través de su conocimiento genético evolutivo. Los gallos no las sobresaltan todo el tiempo. Las gallinas envían señales a los gallos y se comunican con ellos a través de su lenguaje corporal, huyen, o van en círculos alrededor de ellos, para hacer visible que no quieren aparearse ahora mismo”.

Y lo que es importante, no están protegidas ahora. Una gallina que normalmente pone dos docenas de huevos al año en primavera y en verano, ha sido manipulada genéticamente para producir 270 o más huevos al año. Una vaca en la industria láctea “produce” diez veces más leche de la que su ternero podría necesitar.

El haber vivido una violación es un hecho demoledor en la vida de una vaca o una gallina; y no podemos saber por el dolor que pasan, pero podemos llegar a saber lo que sienten y experimentan: malestar, dolor, miedo, pena, agotamiento, útero prolapsado, huesos rotos y dañados. Davis describe la vida de una gallina: “Básicamente, su cuerpo está atacado, contra su voluntad, sin su consentimiento y ella no puede luchar, no puede defenderse. Vive íntimamente dentro de su cuerpo, igual que cualquier otra mujer vive íntimamente dentro de su cuerpo, sintiendo todo lo que se le hace en contra de su voluntad”.

Mito #3: No es violencia sexual. Acerca de las vacas, Jones dice: “Da igual la palabra que uséis para describirlo, es la penetración de una hembra inmovilizada por un objeto ajeno, y en el que, como mínimo, su finalidad es expresión de control y poder”. La industria ganadera niega que ese trato de vacas y gallinas incluso esté relacionado con el sexo. Gillespie observa:

Todo ese trabajo para ocultar el hecho de que eso no es violencia sexualizada, no es violencia, no es sexo, sin embargo, observando la industria de semen (de toro), mucho material publicitario (camisetas, calzoncillos boxer, tazas y otro material que venden) revelan a través de chistes y juegos de palabra graciosos que el proceso es un acto de sexo, es un acto de violencia sexual. Lo mismo pasa con el discurso relacionado con mujeres humanas”.

Un dibujo de Universal Semen Sales muestra un toro sonriente y dos vacas con pintalabios en el fondo, abriendo sus patas traseras y enseñando sus partes íntimas con el eslogan: “Estamos detrás de cada vaca que servimos”.

Mito #4: El hogar es un paraíso y la granja es un sitio tranquilo. Sabemos que el hogar es un sitio bastante inseguro para las víctimas de violencia marital, incesto, o violencia machista. Tampoco la granja tiene que ser un sitio tranquilo: los animales asustados, abusados y físicamente exprimidos viven y mueren allí. Sin embargo, la empatía es muy frecuentemente reservada para el abusador: el violador (“cuya vida prometedora es ahora interrumpida en seco”), o el granjero (“que lucha para ganarse la vida”). Y de mientras, la víctima desechable queda reflejada en una vaca o una gallina.

La Dra. Gillespie describió una escena que vio en una subasta y cómo una vaca llegó a tal punto de debilidad que se desmayó, con sus patas traseras separadas detrás de ella. Sin poder mantenerse en pie, con sus enormes ubres aplastados debajo del peso de su cuerpo. Sangre y leche salían a la vez de su cuerpo. Estuvo ahí tirada durante horas. Ataron sus patas traseras para intentar que se mantuviera en pie pero fué en vano y al final del día la mataron de un disparo.

Los mitos enumerados arriba no solo permiten la explotación de hembras en la industria de leche y huevo; sino que también normalizan la cosificación sexual y la violencia contra las mujeres, que también son llamadas en algunos círculos “vacas” o “gallinas” (en ingl. “Cows – vacas” se usa para mujeres gordas y grandes, y “chicks – gallinas” para las mujeres guapas y delgadas). El legislador estatal de Georgia comparó a una mujer que necesitaba un aborto tardío con una vaca dando a luz a un ternero muerto. El proyecto de ley que estaba apoyando fue reconocido más tarde como la ley de “mujeres como ganado ”.

Como respuesta a eso y a las demás restricciones de aborto que se han introducido en las leyes de diferentes estados, los “ Demócratas organizados por América ”, publicaron este meme:

¿Cómo se llama una hembra que no controla su reproducción? – Ganado.

Activistas a favor de los derechos de los animales lo interpretaron erróneamente como una declaración pro-animalista. Se ha usado la imagen de los cuerpos de vacas cosificadas y esa esclavitud reproductiva que soportan para comunicar algo sobre la naturaleza precaria de los derechos reproductivos de la mujer. A pesar de todo, no se ha entendido que condenando la explotación en la producción de leche y huevos se puede cambiar la actitud hacia las mujeres.

Cuando una Facultad Veterinaria vende camisetas con el lema “lo más difícil es entrar” con el brazo masculino en la vagina de una vaca hasta el codo, se habla de algo más que inseminación artificial forzada. Las farmacéuticas venden sus productos con las imágenes de gallinas atractivas que desean ser consumidas, y vacas que necesitan ser embarazadas; también hablan a diferentes niveles: estas imágenes evocan la idea de que los cuerpos de mujeres son algo sexualmente consumible y disponible para el embarazo.

Mientras no pongamos en el punto de mira a los productos de tortura y esclavitud femenina que consumimos todos los días y con que alimentamos a los demás, probablemente no analizaremos las maneras que se utilizan para intensificar la opresión de género, justificándose con el trato que reciben esas hembras impotentes y explotadas. Seguiremos apoyando la institución que expone la cosificación, el distanciamiento de la víctima y la violencia al servicio de deseos personales ¿No son esas también las actitudes que contribuyen a la violencia sexual contra las mujeres?

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