Desde el pasado mes de junio, activistas de Reino Unido están llevando a cabo una acampada a las puertas de una granja factoría de Cambridgeshire donde se crían cientos de perros que después son enviados a laboratorios de experimentación animal.
MBR Acres, el criadero de beagles objeto de las protestas, mantiene a perras pariendo continuamente para que la empresa pueda enviar a entre 1.600 y 2.000 cachorros al año a laboratorios, cuando sólo cuentan con 16 semanas de vida. Según cifras del gobierno inglés, en 2020 se usaron perros en 4.340 experimentos, en 4.270 de ellos, se usaron beagles, una raza conocida por su docilidad y su carácter amistoso. En muchos de esos experimentos se alimentaba de manera forzosa a los animales o se les hacía inhalar sustancias durante semanas, meses e incluso más de un año para comprobar los efectos en el hígado, los riñones, los pulmones, el corazón o el sistema nervioso. En el procedimiento habitual de estos experimentos, se les inserta a los perros un tubo de alimentación forzosa por la garganta, para poder administrarles medicamentos, pesticidas u otros productos químicos 1.
Las protestas comenzaron después de que saliesen a la luz unas imágenes en las que se puede ver a trabajadores de MBR Acres cogiendo a perros por el cuello y metiéndoles en un carrito repleto de otros animales. En el vídeo se oyen los llantos y los ladridos de los beagles. Tras las publicación de las imágenes, las manifestantes se apostaron frente a las puertas del criadero para exigir la liberación de los perros allí encerrados.
Según el perfil de Facebook de Free the MBR Beagles, el 10 de agosto, tras más de un mes de protestas, la empresa llamó a la policía, que envió a unos 100 agentes en aproximadamente 30 vehículos policiales. Su misión: escoltar la salida de dos furgonetas llenas de cachorros para llevarles a laboratorios.
A pesar del aumento de la presencia policial y la agresividad de los agentes, las personas que han llevado adelante la campaña aseguran que tienen la intención de mantener las protestas y seguir manifestando su rechazo a la experimentación animal frente a la entrada de MBR Acres.
Lo que sigue a continuación es un texto escrito por un compañero inglés acerca de la campaña. Nos ha parecido interesante traducirlo y difundirlo para dar a conocer su punto de vista sobre las protestas frente a MBR Acres. Además, ya que el caso guarda ciertas similitudes con el de Vivotecnia, pensamos que aquí en el estado las reflexiones que plantea pueden resultarle interesantes a algunas personas.
Todo mi amor a Camp Beagle
Qué inspirador es ver a todx esxs activistas que han pasado más de cincuenta días seguidos intentando liberar a los Beagles de MBR. Estoy seguro de que surgirán correctos discursos “antiespecistas” que os dirán que hay temas más importantes en la lucha por la liberación animal. Mis sentimientos están claramente marcados por mi historia personal y mi amor por la acción directa de base, comunitaria y colectiva, pero esta es una oportunidad histórica para el movimiento por los derechos animales y nos ofrece un componente esencial para el cambio social: el ímpetu.
Los mineros huelguistas, las mujeres y los hombres de las mantas2 y lxs presxs políticxs de Long Kesh y Armagh fueron previamente mi fuente de inspiración, el ejemplo de que la celda y el sacrificio de una condena carcelaria se puede usar contra los opresores y puede servir para aumentar la conciencia política y la acción militante. Cuando yo mismo acabé en una celda de la cárcel, me acordé de lo que pensaban esxs presxs: “La primera prioridad es escapar, después, la educación”. Mi tiempo de condena era corto, así que escapar no era una opción realista, pero la educación era un uso privilegiado de mi tiempo. ¿En qué otro lugar de Reino Unido puede la gente hoy en día encontrar y permitirse el tiempo, la falta de distracciones y la claridad mental para estudiar que te da la cárcel? Gracias a la biblioteca de la prisión y la correspondencia con toda esa gente maravillosa que escribe a los presos condenados por actividades relacionadas con la liberación animal, mi énfasis en los beneficios de la educación se volvió un tema recurrente en mis conversaciones. Después de la cárcel fui a la universidad y para mi tesis realicé una investigación acerca de la historia del movimiento por los derechos de los animales, estudiando las campañas contra la vivisección y, en particular, el nacimiento de un tipo de acción directa radical y popular, pero también planeada, organizada e inteligente. Aunque mi investigación sobre esa gloriosa historia fuese limitada, llegué a la conclusión de que a finales de los años 60 y principios de los 70, surgió un grupo de personas que se sentían inspiradas por las luchas de liberación del tercer mundo y post-coloniales. Con un amor maternal por los animales y un deseo imparable, afín a un espíritu revolucionario, se tomaron en serio la labor de ayudar a aquellos seres atrapados en inimaginables centros de tortura. Animal Revolution de Richard Ryder, documenta bastante bien partes de esa historia, aunque sólo en su edición original de 1989, ya que la reedición no superó los límites impuestos por la censura.
Esxs activistas sabían lo que querían conseguir y estaban determinadxs a alcanzar ese objetivo. Fue uno de los más nobles gestos de disculpa que un humano puede ofrecerle a un animal : liberarle de la triste esclavitud a la que la humanidad le ha condenado. Esa era su meta y nunca la olvidaron. Si eso mismo puede volver a ocurrir en el mundo actual, dominado por las redes sociales, es una pregunta que se tendrán que hacer los historiadores. El activismo político en la era de las redes sociales puede parecer demasiado basado en los eslóganes, en la atención o la reacción, carente de la convicción desgarradora en unos principios y los sentimientos empáticos de solidaridad que son esenciales para conseguir el objetivo de la liberación animal. Recordad la guerra: los bocazas hunden barcos, la paredes oyen y yo permaneceré callado. Esxs activistas atacaron a sus objetivos y les atacaron duro y con frecuencia. Obtuvieron atención mediática y lidiaron con ella en sus propios términos. Les dieron explicaciones razonadas y racionales sobre sus acciones, en las que ponían en contraste los llamados “delitos” contra la propiedad con la interminable lista de actos de violencia que los humanos ejercen contra los animales. Usaron la atención mediática para difundir su mensaje, no para apelar por algún potencial apoyo indeterminado o para construir relaciones con políticos que no iban a llevar a ninguna parte. Hablaban desde el corazón y sin complejos. Y ganaron apoyos.
Cuando empezaron a ser perseguidos por la justicia y les metieron en la cárcel por defender a los indefensos, entendieron que era un paso más hacia la victoria. Sí, les metieron en la cárcel y tuvieron que aguantar las sonrisas sarcásticas de tipos patéticos vestidos con trajes baratos, pero el movimiento se expandió. Inspiraron a otras personas a pasar a la acción. Inspiraron a la prensa a hablar de un tema que se había ignorado durante años, la sistemática e institucionalizada curiosidad científica que asesinaba animales. Hicieron que, de una vez por todas, los derechos de los animales y la liberación animal se convirtiesen en asuntos políticos y sociales serios. Y ya no hay vuelta atrás. No fueron los filósofos en la universidad, ni la influencia de las redes sociales con sus teorías y sus comentarios, fue la gente en las calles, en los campos, la gente a la que le pasaron por encima con caballos y a quienes los cazadores golpearon en la cabeza, a los que empujaron odiosos agentes de la policía en los muelles del puerto mientras se cargaban los barcos con crías de animales a las que matarían en la otra punta del mundo, a quienes obligaron a desnudarse para registrarles y a quienes escupieron en comisarías de todo el país. Fueron las personas anónimas, de las que se hablaba mucho, pero a las que rara vez se veía, que iban de un lado para otro, golpeando a toda esa gente donde más les dolía. Ya no se podía decir en tono despectivo que los liberadores de animales eran hippies colgados o abuelitas sentimentaloides, liberales de clase media, débiles, flojos o demasiado sensibles. Estaban en las calles, les detenían y perturbaban la conciencia pública y los discursos oficiales sobre las relaciones sociales entre humanos y animales. Ponían la importancia de la liberación animal entre las decisiones vitales de más calado que un humano puede tomar. Causaban problemas, como ya los causaron todos esos agitadores que hicieron historia, creando un mundo mejor, más amable, más empático y más intuitivo. Eran activistas políticxs dignxs, serixs y sincerxs que luchaban por una causa justa. Las acciones y las experiencias por las que estaban dispuestas a pasar fueron las que las habían convertido en ese tipo de personas.
Como ya he dicho, es muy inspirador ver el desarrollo de esta nueva campaña, y es increíble ver a un grupo formado en su mayoría por mujeres, presumiblemente de distintas comunidades de todo el país, actuar de forma tan obstinada y digna ante esa panda de asquerosos policías. Pero podéis estar segurxs de que, mientras escribo esto, el estado y la industria, con ayuda de la policía, están calculando estrategias meticulosamente planeadas para erradicar vuestra campaña, por no mencionar que intentarán desviar la atención con mala prensa, escándalos y cotilleos con el único propósito de desviaros de vuestro objetivo y ganarse a los curiosos y a aquellos que se regodean en las miserias ajenas, los que le secan la vitalidad a la acción, como el insecto que chupa la sangre de un cuerpo. Pero recordad que tenéis razón y que lo que hacéis es justo. Vuestra lucha es justa, estáis en lo cierto y mientras recordéis eso, podréis soportar lo que sea y conseguir lo que sea. El movimiento por los derechos de los animales de base tiene la fuerza suficiente para acabar con ese negocio despreciable. De hecho, es la única fuerza que puede conseguirlo.
Euskal Herria, 15 de agosto de 2021
1 Información extraída de https://www.peta.org.uk/blog/cambridgeshire-beagle-animal-experiments/
2 Se refiere a los y las presas irlandeses republicanas que a finales de los años 70 se negaron a vestirse con el uniforme de la prisión, reivindicando así su condición de presxs políticxs. Lo único con lo que cubrían sus cuerpos para protegerse del frío fueron mantas, de ahí que se les conozca como “los hombres y las mujeres de las mantas”.
*Para seguir la actualidad de la campaña: