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“Me van a detener”. Recuerdos del 18 de abril de 1998.

El 18 de abril de 1998, Sole y Rodrigo decidieron acudir a una manifestación contra el criadero de gatos para experimentación animal de Hill Grove (Reino Unido). Según el testimonio de Sole, esta era la primera gran manifestación por los derechos de los animales a la que asistían y, desde luego, sería una que jamás olvidarían.

Las manifestaciones frente a la granja donde Katherine y Christopher Brown criaban gatos, eran habituales, pero en esta nueva convocatoria, algo había cambiado. Al llegar, les manifestantes se encontraron con la granja del matrimonio rodeada de una enorme valla metálica de unos tres metros de altura. No sólo eso, la policía había colocado torretas de vigilancia en distintos puntos, con un agente en cada una de ellas vigilando la manifestación y tomando imágenes de la protesta.

La actitud desafiante de la policía y la certeza de que a pocos metros se encontraban los gatos a los que el matrimonio Brown mantenía encerrados, hizo que la tensión fuese aumentando entre les manifestantes. Se dieron algunos pequeños intentos de derribar las vallas para atravesar la fortaleza que separaba a les manifestantes de la granja. Y de pronto, llegó el ruido, los gritos y el caos. Una compuerta de la valla se abre y del interior salen al asalto policías montados a caballo que no dudan en atacar a les manifestantes. Las personas que habían acudido a la protesta tratan de repeler el asalto policial mientras otres lanzan piedras y barro contra la granja y los agentes apostados en las torres de vigilancia. Sole define el momento como “lo más cercano que he visto a una batalla campal del medievo”.

El enfrentamiento se salda con decenas de heridos. Sole recuerda ver a policías lesionados, pero también a un montón de activistas que sufrieron la brutalidad policial. Zab Phipps, hermano de Jill Phipps1, sufrió daños en una mano y como consecuencia tuvieron que amputarle un dedo. Los daños materiales también fueron notables. La casa de Katherine y Christopher Brown, pegada a la granja, sufrió innumerables desperfectos: ventanas rotas, el tejado destrozado,… La rabia y la frustración de les activistas por las penosas condiciones en las que el matrimonio encerraba y explotaba animales, sumado a la desproporcionada y brutal actuación policial, convirtieron la manifestación en una olla a presión que finalmente había explotado. Sorprendentemente, a pesar de los policías heridos y la suma a la que ascendían todos aquellos daños en la vivienda de los Brown, ese día no hubo detenciones y les manifestantes pudieron volver a sus casas sin consecuencias. O al menos eso es lo que la policía quería que pensasen.

Ni la violencia policial, ni la intimidación a la que les activistas habían sido sometides ese 18 de abril de 1998, frenó la campaña. “Al contrario, nos dio más determinación para seguir luchando por los gatos de Hill Grove”, afirma Sole. Al mes siguiente, Rodrigo y Sole volvieron a asistir a una manifestación en las inmediaciones del criadero. La protesta se desarrolló con menos incidentes que en la anterior ocasión, pero cuando esperaban el autobús de vuelta al finalizar la protesta, vieron acercarse a un grupo de policías. Rodrigo miró a Sole. “Me van a detener”, le dijo a su compañera. Y justo en ese momento, los policías se abalanzaron sobre él y procedieron a su arresto.

Y no fue solo a él. Decenas de activistas que habían participado en la protesta del 18 de abril de 1998, también sufrieron la represión, incluida Sole, que recibió una carta en la que se le comunicaba que debía presentarse en comisaría. Durante el juicio, les activistas descubrieron que la policía no solo usaba como prueba contra elles las imágenes tomadas por los agentes apostados en las torres de vigilancia, sino que además habían infiltrado policías entre les manifestantes. Algunos de los vídeos que usaron como prueba estaban grabados con cámaras ocultas dentro de la propia manifestación. Todas esas imágenes les habían permitido crear una base de datos de personas que se convirtieron en el objetivo de la policía en esa siguiente protesta.

Las sentencias, según nos cuenta Sole, fueron bastante aleatorias. A ella, por ejemplo, la condenaron a una pena suspendida de dieciocho meses de cárcel en los que tuvo que prestar servicio comunitario trabajando en una Charity Shop. Si durante esos dieciocho meses incurría en cualquier otro delito, iría directa a prisión. Rodrigo tuvo menos suerte y fue condenado a doce meses de cárcel, de los cuales cumplió seis en un centro penitenciario y otros seis en la calle, pero teniendo que usar una tobillera de seguimiento que sólo le permitía estar fuera de su casa durante una determinada franja horaria al día.

Afortunadamente, el apoyo y la solidaridad con las personas presas del movimiento de liberación animal estaba muy extendida en Reino Unido y Rodrigo recibió el calor de sus compañeres durante el tiempo que estuvo en prisión, recibiendo regularmente cartas y respaldo por parte de gente del movimiento. Incluso conoció personas a través de esas relaciones epistolares con las que mantuvo una amistad al salir de prisión. Como la propia Sole comenta, “el problema de la cárcel (…) es el aburrimiento, no pasa nada. Recibir la carta de un desconocido te alegra el día”.

Sole, al igual que Rodrigo, se muestra autocrítica a la hora de recordar aquellos hechos y nos ofrecen una lección que todes deberíamos tener en cuenta. Recordemos que esa manifestación contra Hill Grove del 18 de abril de 1998 era una de las primeras grandes protestas a la que asistían. Esa ingenuidad de sus primeros pasos dentro del movimiento de liberación animal, les jugó una mala pasada. Rodrigo, por ejemplo, no se cubrió bien mientras participaba en los disturbios, algo que facilitó a la policía su detención. Al igual que él, otras personas también participaron en la protesta, pero al estar bien cubiertas nunca fueron detenidas. Sole, por su parte, recuerda una anécdota. Antes de asistir a la manifestación les habían advertido de que era recomendable vestir de negro. “Qué aburrido”, pensó ella y se presentó a la protesta con un gorro azul, un pañuelo rojo, etc. Tiempo después se dio cuenta de su error cuando la detuvieron y le mostraron las imágenes que la policía estaba usando como prueba, algunas de ellas tomadas desde un helicóptero. “Solo se veían puntitos negros y a mí de colores, corriendo por el medio”, recuerda, sonriente.

Al igual que las dos protagonistas de este texto, decenas de personas sufrieron la represión por luchar contra el criadero de gatos de Hill Grove. A pesar de las detenciones, las noches en comisaría, las multas y la cárcel, la presión de les activistas continuó y (feliz y necesario spoiler), el criadero cerró definitivamente sus puertas en 1999. Gracias a quienes lo hicieron posible.

*Puedes leer Hill Grove: Aquí hay gato encerrado, compilado por Anny Malle, pinchando aquí.

Animal rights demonstratorstry to force their way into Hillgrove Cat Farm during an 8oo strong demonstration against the breeding of cats for experimentation. Witney, oxfordshire. 18/4/98.
©Andrew Testa

 

 

1 Jill Phipps, activista por la liberación animal atropellada deliberadamente por el conductor de un camión cargado de terneros durante una protesta. Murió de camino al hospital.

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