Os compartimos aquí el prólogo a la traducción que escribió Julieta Campos a la edición en castellano de Profesión: animal «de» laboratorio. Por diferentes motivos finalmente este texto no se publicó en la versión impresa, pero consideramos que es un texto muy interesante y que es importante difundirlo:
Prólogo a la traducción
Traduje este libro desde la perspectiva de lo que llamo traducción antiespecista. Inspirada fundamentalmente en la traducción militante y feminista, esta perspectiva de trabajo pretende ampliar la consideración lingüística más allá de la especie humana, así como identificar e intervenir aquellas zonas del texto donde, por más de que se hable a favor de los demás animales, la lengua resulta contradictoria con la ética que la dirige. En otras palabras, la traducción antiespecista parte del supuesto de que la lengua no es neutra, objetiva, y de que la intervención es necesaria en la medida en que somos conscientes de cómo se cristalizan determinadas injusticias para con los demás animales, en muchas ocasiones, debido a una repetición acrítica de usos y costumbres lingüísticos. La traducción como disciplina y la persona que traduce como profesional participan activamente de la realidad (anti)especista que se construye a partir de la lengua.
En este sentido, el capítulo de Michael Cronin, “Translating Animals”, que siento la necesidad de citar, nutre reflexiones sumamente enriquecedoras sobre la intersección tan poco explorada entre los animales y la traducción. Porque si el acto de nombrar a los demás animales desde nuestras lenguas antropocentristas es ya un instrumento de poder, traducirlos no lo es menos. ¿Qué papel interpretará conscientemente la traducción al momento de referirse a la vida (y muerte) animal? El autor presenta tres propuestas exploratorias sobre la traducción en la comunicación humano-animal:
- La rehabilitación del animal sujeto. Se entiende por esto convertirnos en aliades al momento de traducir y trabajar para “construir una noción de subjetividad animal” (Cronin, 2017, p. 77). En este sentido, pienso en pasajes de este libro donde, en castellano, los animales podrían ser tomados como participantes casi voluntarios de los experimentos en el sostenimiento de expresiones como “experimentar/trabajar con animales” y no en ellos; o, en la traducción, el empleo de verbos que poco favor le hacen a los demás animales, como en “animales que sirven a los experimentos” (animaux servant aux expériences), que en esta edición se expresa como “animales a quienes se utiliza para experimentos” (y hasta podría restituirse el sujeto para que la acción no quede pasiva). En definitiva, rehabilitar la subjetividad de los demás animales es destacar la agencia que la ciencia de la experimentación animal se esfuerza en negar y eliminar.
- Comprometerse con la diferencia. En este punto, el autor refiere al hecho de que la gran mayoría de las veces el discurso animal queda sujeto al discurso humano y que los domesticamos históricamente hasta en nuestros lenguajes; se produce una violencia lingüística mediante la cual los ceñimos a nuestra unidireccional forma de concebir el mundo. Sin embargo, nuestras formas de comunicación son tan disímiles como especies existen –quedan– en este planeta. Y tal vez la traducción de la animalidad en un laboratorio es de las más exigentes porque este es uno de los lugares donde la subjetividad animal está más negada. Por esta razón, detenernos en la descripción de modos de actuar y de ser de los demás animales, como bien hace la autora (y para la traducción detenerse especialmente en estos pasajes) puede ser una forma responsable y empática de dar cuenta de la subjetividad animal que se intenta restablecer. En este sentido, la descripción que Jougla hace de los animales en laboratorios con su consciencia manifiesta de sí y de lo que les sucede es sumamente elocuente.
- Agencia interespecie. Aquí Cronin argumenta que, de hecho, la traducción puede utilizarse “no tanto para dar voz sino para silenciar el sufrimiento de los animales” (2017, p. 84). Esto a través de un lenguaje sumamente abstracto, instrumental, tecnocrático; el dominante en el campo de la experimentación animal. Saber distanciarse de ese lenguaje que invisibiliza y adjudica roles equívocos (como el de los animales como “ayudantes” de les investigaderes) es un modo de contestar el sesgo del discurso de esta ciencia. A la traducción también le compete tomar partido y actuar por una nueva expresión de la animalidad en el texto de llegada.
Tomaré un último caso para ilustrar lo anterior, quizás el más importante: el animal de laboratorio. Suerte de hiperónimo de todos los seres vivos utilizados para la experimentación animal. ¿Qué realidad afirmamos, y tal vez sostenemos, al utilizar el término “animal de laboratorio” (así como “animal de cría”, e incluso “modelo experimental”, dentro del mismo campo de la investigación)? Esta denominación me parece fundamental para cuestionar todo un discurso que se erige sobre supuestos predefinidos, históricamente establecidos y convenientes únicamente para la ciencia de la experimentación animal.
En el capítulo 4, “Gritar”, la propia autora lo expresa: “La necesidad de volver a nombrar confirmaba una realidad inestable. Y yo, ¿cómo iba a llamarlos a estos ‘animales de laboratorio’?” La realidad (y la lengua) son inestables, y en esta traducción consideramos que los animales no son del laboratorio, no le pertenecen, sino que circunstancialmente se encuentran allí, por ello optamos a lo largo del texto modificar el término a “animales en laboratorio(s)”. Con esto pretendemos aportar a un cambio de perspectiva en este ámbito lingüístico tan hermético. En el título del libro, el término tradicional quedó entrecomillado para mantener la ironía del francés.
Las propuestas de Cronin son puntos de partida teóricos muy interesantes para revisar en los textos que leemos, escribimos y/o traducimos cómo se expresa la animalidad en ellos. Como militantes, con frecuencia nos decimos que hay que cederles más espacio a los demás animales en nuestros activismos, que no son “sin voz” sino que tienen mucho para decir, solo que en modos distintos a los nuestros, o no necesariamente similares. Considero fundamental que de aquí en más hagamos el ejercicio de vislumbrar o hacer visible la voz animal que huelga por manifestarse en las textualidades que recibimos y/o producimos.
Julieta Campos
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